Hay dos òrdenes de cosas y situaciones: las que dependen de mí y las que no dependen de mí. No depende de mí mi muerte, ni la fama, ni las riquezas, ni la enfermedad; porque todos esas cosas son sobre las que no tengo poder alguno, sino que están determinadas por el destino. Por tanto, tratándose de cosas que no dependen de mí, sobre las cuales no tengo influencia alguna, es insensato que me preocupe o desespere. Todas estas cosas se ecneuntran determinadas por el destino y el sabio lo unico que debe hacer es conformarse con él, o, mejor aun, alegrarse del destino, puesto que el resultado de las sabias disposiciones de la divinidad. Por ende, lo que corresponde es que el hombre en cada caso trate de cymplir lo mejor que pueda con el papel que le ha sido determinado desempeñar. Sea como esclavo, o como emperador. En resumen, lo único que depnde de mí son mis pensamientos, mis opiniones, mis deseos, o, en una palabra todo acto del espíritu, esto es lo único que puedo modificar y el hombre lograra la felicidad en la medida en que se aplique solamente a este proposito.

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